En nuestras comarcas, agosto es el mes por excelencia en cuanto a fiestas patronales se refiere.
Si tuviera que elegir un momento para evadir la rutina cotidiana, este seria sin duda, la semana de fiestas de un pueblo cualquiera.
Un pueblo en fiestas reúne a todos sus hijos esparcidos por el mundo. Son unos días de reencuentro y convivencias entrañables con amigos de la infancia. Sin parar se suceden actos de toda índole: lúdicos, culturales, deportivos, taurinos, musicales, pensados para disfrútele todos los públicos. No queda tiempo material para ver los telediarios y te olvidas de la crisis, de la falta de expectativas, de los sucesos trágicos. Tampoco hay tiempo para dormir. Dudamos que los especialistas del sueño recomienden las fiestas de los pueblos como terapia.
